Publicada en la revista Transiciones
Regreso al desconcierto es tu primer libro publicado en Europa. ¿Cómo influyó tu condición de inmigrante en tu obra?
A mi abuelo, que abandonó su Andalucía natal para probar suerte en América y trabajó en lo que pudo, le llamaban inmigrante. Pero nadie hubiera llamado así a Alberti, Hemingway o Joyce. Ellos eran escritores extranjeros. Yo, además, me fui de mi país por motivos políticos. Sartre opinaba que el escritor habla en una lengua pero escribe en un idioma extranjero, o sea que da su visión personal desde fuera de la sociedad. En realidad, soy un extranjero y me asumo como tal.
¿Quiere decir que te consideras fuera de la sociedad?
No es tan simple ni tan esquemático. El escritor no es un ente abstracto por encima o por fuera de la sociedad, del mundo. Está, forma parte, se pelea con los vecinos, hace las compras, tiene amigos, participa y tiene los mismos problemas que los demás en su situación que no son escritores. La diferencia es que enfrenta esos problemas desde una posición de privilegio, porque ser escritor da mucho juego, muchas ventajas. Son los mecanismos sociales, la sociedad clasista. En mi caso, ya lo dije, me asumo en Barcelona, donde vivo, como un extranjero. La integración es un cuento chino. Integrarse a este tipo de sociedades, con su escala de valores, quiere decir aceptar las cosas como son. Uno se «integra» cuando dice sí a todo. En caso de no estar de acuerdo, de querer cambiar, se le recuerda su condición de incrustado. Y es bien sabido que la historia la escriben los que dicen no.
¿Dónde te ubicas entonces?
Es difícil decirlo. Soy descendiente de europeos diversos, pero tengo claro que he nacido en el Río de la Plata y soy hijo de una brasileña. De ahí soy. Pero no hay que quedarse en la geografía. Nacer y criarte en un lugar determinado te confiere una mentalidad, una manera peculiar de ser, de ver el mundo de comportarte. Y la época también. Mi visión del mundo es la del Sur, la de los perdedores.
¿Qué opinas de la Argentina y el Uruguay actuales?
Las esperanzas de cambio de mi generación fueron desmedidas para las posibilidades que teníamos de llevar a cabo ese cambio. Y la respuesta de quienes se oponían a ese cambio con el fin de conservar sus privilegios fue terrible. A través de las fuerzas armadas desataron un verdadero genocidio: cárcel, torturas, asesinatos, exilio. La derrota de quienes trataban de mejorar la sociedad fue aplastante y los resultados son muy conocidos como para abundar en ellos. Pero las sociedades, los países, no desaparecen. Todo vuelve a comenzar. La cultura, una tabla de salvación, renace, más en Argentina por su población e importancia. A Uruguay le va a costar salir a flote, aunque la perspectiva del Frente Amplio es ilusionante, no por sus posibles realizaciones (está muy condicionado desde el exterior), sino por lo que pueda generar.
¿Cuáles son las dificultades para un latinoamericano de desarrollar su escritura en España?
Las dificultades son múltiples. Como bien señalaba Saer, los europeos exigen siempre autenticidad a los latinoamericanos. Si sus escritos no colman las expectativas en ese sentido se les tacha de europeizantes. No olvidemos que vivimos en sociedades dadas a estereotipos. Cuando estuve en Australia una nativa se sorprendía de que yo no tocara la guitarra siendo sudamericano. Por si fuera poco, nuestro acercamiento al idioma es diferente al de un español. Y en mi caso las dificultades aumentan porque vivo en una región cuyo idioma propio está en lucha constante con el castellano. En general la exigencia es máxima. Si a un español se le pide un nivel digno, al latinoamericano se le demanda casi la excelencia.
¿Cómo trasciende a la realidad ese problema?
Hay una cantidad de buenos escritores uruguayos que no llegan nunca a España. Por el contrario, las librerías de Montevideo están llenas de libros de autores españoles. Es la lógica continuación de la injusticia mundial en el mundo de la cultura.
¿Cómo definirías Regreso a desconcierto?
Aclaro, en primer lugar, que no es un libro sobre el exilio. Si me apuran diría que el tema central trata sobre las diferencias generacionales. Pero también debo aclarar, en segundo lugar, que yo no soy un contador de historias sino de momentos. Escribo para la reflexión, desde la duda, desde las preguntas.
¿Cuáles son tus planes de futuro y tus expectativas como escritor y persona?
Mi plan es seguir escribiendo, veremos qué. En cuanto a las expectativas están definidas por mi forma de acercarme a la literatura, que me convierte en un autor para minorías. La cultura de masas va por otro lado, diría que por el entretenimiento. Vivimos en sociedades donde la tecnología avanza a pasos agigantados, mientras la economía y la sociedad retroceden casi a los albores del capitalismo. Como escritor me gustaría mejorar, crecer, consolidarme. Como persona quisiera que se acabara con la esclavitud, la pobreza, las injusticias. ¿Es diferente el escritor a la persona? Habría que pensarlo.
¿Vas a seguir viviendo en España?
Una vez le preguntaron a un famoso compositor de tangos (creo que era Troilo) que estaba fuera si pensaba volver a la Argentina. «¿Volver? Pero si yo nunca me fui», respondió. Es también mi sentimiento. Se puede vivir eso de los dos mundos como una desgracia o una suerte. De una u otra forma debería ser un aprendizaje.
María Rosa Solsona