Federico Nogara entrevista a Gil Courtemanche

De acuerdo a las características de nuestra publicación nos interesa más tu acercamiento a la escritura que las historias que cuentas.

GC – En mi caso las historias no son más que pretextos para decir algo. En Un domingo en la piscina de Kigali hay una historia de amor, pero el tema central es el genocidio en Ruanda. Lo mismo ocurre en Una muerte singular, donde a pesar de haber una historia el tema central es la gente muy mayor que ha perdido las ganas de vivir. El padre, un hombre autoritario que aterrorizaba a sus hijos, se encuentra a sus casi noventa años convertido en un ser secundario, sin poder hablar a causa de un parkinson rígido y con todos esos manjares que se presentan en la mesa de Nochebuena –la fecha del relato-prohibidos. La vida le ha privado de sus dos grandes placeres: hablar y comer. Yo tengo mis dos padres muy mayores y llegué a plantearme esta situación un poco a través de ellos. Al hacerse viejo uno va quedando rezagado y pierde los placeres de la vida; ya no tiene sexo, su capacidad de movimiento disminuye y tiene que comer la comida desabrida. Si en el proceso de envejecimiento uno va perdiendo el gusto y encima no puede ponerle sal y condimentos a los pocos alimentos que tiene permitidos, la comida se termina convirtiendo en una tortura.

Conozco una cantidad de gente octogenaria que está viajando, dando charlas, participando en política y escribiendo –algunos en Malabia. ¿No será que los medios de comunicación –en especial la televisión- nos acostumbran a un tipo de vida que es insostenible a medida que envejecemos?

La responsabilidad de los medios de comunicación reside en la forma de enfocar los problemas: todo se mira desde el punto de vista económico y técnico olvidando el lado humano. De todas formas, yo no los responsabilizaría de todos los problemas. Tampoco pondría todo el peso de la crítica en la televisión, los medios llamados serios siguen el mismo camino que ella aunque den otra impresión. Tenemos los medios de comunicación que tenemos y la gente puede elegir hasta cierto punto.

Me interesaba el tema porque vivimos en un mundo en que una minoría se muere de exceso de colesterol y la mayoría se muere de hambre.

G C – Eso es cierto, yo he sido corresponsal en África. El fondo de la cuestión es que creemos las historias que queremos. Los medios de comunicación no han creado la sociedad, ésta los ha creado a ellos. Y las sociedades son muy diferentes en lo referente a los medios de comunicación. Tenemos casos de países donde existen una gran variedad de periódicos y otros –como Canadá- donde no hay una publicación de las características de Le Monde, por poner un ejemplo. La gente no se ha creado la necesidad de tenerlo. Si uno para a una persona en la calle y le dice que está siendo parte de la historia, la sorprende. La gente piensa que la historia la hacen otros.

Tu próximo libro es sobre Cuba. ¿A ti te parece que un canadiense puede entender a Cuba?

G C – Yo he leído a Borges, a García Márquez, a Cortázar, y los he entendido. Considero que una persona que se prepare, que lea y se interiorice, puede comprender la situación en cualquier lugar por más lejano que sea. De otra forma sería imposible entendernos.

No me estaba refiriendo a eso. Los latinoamericanos dicen que los europeos, norteamericanos y canadienses intentan imponerles su visión del mundo y de la historia sin tener en cuenta lo que ellos quieren y piensan.

G C – Bush ha sido el peor presidente de la historia de Estados Unidos. Pero yo creo que él es honesto cuando dice que quiere imponerles la democracia a otros pueblos. En realidad es así. En lo que se equivoca es en creer que los demás desean lo mismo que él. Así ha actuado el Primer Mundo y es bastante natural, porque uno tiende a considerar lo suyo como lo mejor. También se hace con Cuba. Lo que no se entiende es que allí se hizo la primera revolución realmente popular de la historia. El pueblo de Cuba es su revolución, y más allá de lo que uno piense de Castro, si se la quitan le están quitando su razón de vivir.

Ya que llegamos hasta aquí, ¿qué te parece el momento actual de América Latina?

G C – En este momento América Latina es el gran laboratorio de la democracia mundial. Allí se están probando diversas maneras de salir adelante. Tenemos a Chávez, a Evo Morales, a Cuba, incluso a Lula y Kirchner.

Hemos estado hablando de medios de comunicación, de gobiernos y de ciudadanos, pero se nos ha quedado por el camino el verdadero poder económico, las multinacionales, los grandes propietarios, la banca. Evo Morales está siendo acorralado por ese poder.

G C – Es cierto. Pero creo que sublimamos esos poderes. Si fueran tan poderosos no estaría Evo Morales gobernando Bolivia, ni estaría Chávez y la revolución cubana hubiera sido borrada. Al mismo tiempo menospreciamos el poder de la gente, de nosotros mismos. Como dije antes, la gente está escribiendo la historia, es el verdadero poder.  Hace falta que lo comprenda.