La cultura, herramienta para el cambio (2005)

Publicado en Voces del Frente (Montevideo)

¿Siempre estuviste vinculado a la literatura?

Siempre fui un gran lector, pero llegué muy tarde a la literatura como oficio. Y fue de forma un tanto casual. Mi compañera, que creía en mis condiciones más que yo, me apuntó en un taller literario. A partir de ahí llegué a la conclusión de que podía escribir y publicar. En ese entonces ya tenía 45 años.

¿Por qué se llama Malabia tu revista en la red?

Por el personaje de Onetti, Jorge Malabia, cuyo hermano mayor se llamaba Federico, por lo que hay algo de egolatría (risas).

¿Has publicado en papel?

Sí, yo aquí publiqué Desencuentros y búsquedas en el 95 con Editorial Latina. Yo en aquel entonces no estaba conectado con el Uruguay, me había ido hacía muchísimo tiempo, los compañeros que había tenido en los setenta estaban desperdigados y la mayoría no se movía dentro del mundo cultural, por lo que el libro pasó sin pena ni gloria. En el año 2000 fui invitado a participar en una antología del Proyecto Cultural Sur que dirigía Aitana Alberti, la hija de Rafael. El año pasado me publicó Regreso al desconcierto la Editorial Carena de Barcelona.

¿Vivís de la revista?

No, dirijo talleres literarios en varios lugares.

¿Cómo llegaste a la idea de hacer una revista en soporte informático?

Yo siempre tuve la idea de publicar una revista en papel. Pero las revistas están siempre condicionadas. Por ejemplo, yo vivo en Barcelona y una publicación allí incluiría una gran parte en catalán, porque una gran parte del medio intelectual y educacional se expresa en esa lengua. Y yo quería hacer algo más hispanoamericano. En 1999 coincidí, en una reunión internacional, con el artista plástico Guillermo Pérez Raventós, de La Plata. Él me convenció de hacer la revista por internet en forma conjunta.

¿No existían otras motivaciones para fundar la revista?

Más allá de la anécdota, la revista surgió porque quienes la planeamos y llevamos a la práctica consideramos que el proyecto neoliberal no se detiene en lo económico, es un proyecto globalizador que envuelve la cultura muy especialmente. Y también creemos que que la cultura en el siglo XX, hasta los años setenta, tiene que ver con ciertas ideas que van contra el sistema: los cambios sociales, la reivindicación del perdedor, la lucha de las mujeres por su liberación, el fin del patriarcado… Estaba claro que el sistema no toleraría esto por mucho tiempo, por eso podemos hoy hablar de una revolución o contrarrevolución del neoliberalismo que nos lleva a la cultura como un entretenimiento, un pasatiempo dentro de un individualismo extremo. En esta movida participan hasta sectores de la «izquierda». Hace poco escuchaba a un erudito decir que la calidad de cualquier producto cultural está determinada por el gusto de la gente. Esta opinión es bastante horrible. Ante esta situación, creo que tenemos la obligación de reivindicar la verdadera cultura. para ello rescatamos autores y autoras del pasado, así como crítica literaria y ensayos sobre el tema. Insistimos en que en el pasado los autores estaban conectados, mientras hoy están a merced de las editoriales.  No hay un verdadero movimiento de autores con conciencia de que todos somos trabajadores de la cultura, y que al igual que los panaderos o los carpinteros nos tenemos que unir aunque tengamos visiones diferentes sobre la cultura.

¿Son duras las condiciones de producción de los escritores?

Cuando una editorial de la metrópoli, que es España, publica a un español, éste llega a todos los confines de América latina. Pero si el ramal uruguayo, boliviano o peruano de esa editorial publica a un compatriota, ese autor no sale de las fronteras de su propio país. Hace poco entrevisté al director de una gran editorial y él me decía: «Nosotros tenemos sucursales, pero son independientes. Si un autor que se publica en Uruguay llega aquí, por lo general no interesa». Es la idea de la libertad de comercio: en el Tercer mundo hay libertad para comprar, pero no para vender.

¿Cómo ves a Europa culturalmente?

En una gran decadencia cultural. Creo que en ese terreno ya ha dado todo lo que podía dar. Hablo en términos generales, porque queda gente haciendo cosas importantes, pero son pocos y con escasa difusión. Hay mucho museo, pero la cultura es algo vivo que tiene que moverse. Pero dicho esto, en el Tercer Mundo tampoco hay una conciencia clara de la importancia de la cultura como factor de cambio. Socialmente se está mal allá y aquí, con las lógicas particularidades, no vamos a poner en el mismo lugar al colonizador y al colonizado. Pero en lo cultural, un trabajador del Primer Mundo vive en la pobreza total.

¿Y los inmigrantes sufren esa pobreza también?

Por supuesto. No olvidemos que esta última inmigración es económica. El emigrante parte de una sociedad de supervivencia. Cuando pasa a ser inmigrante y comienza a trabajar, gana un salario que le permite comer todos los días y tener un techo, cosa difícil en su país de origen. Pero su vínculo con la sociedad a la que llega es nulo. O sea que come, se reúne con amigos de su mismo origen o similar en un bar o en su casa y se toma un vaso de cerveza o una copa de buen vino como gran logro. Participar en la vida social y cultural de la ciudad le queda lejos, en ese sentido queda excluído totalmente. Claro que siempre hay excepciones, pero son la minoría.

¿Vos lograste integrarte?

Mi caso es diferente. Formo parte de la gente que dejó el país por motivos políticos. Además, escribo, hablo idiomas. Y llegué a España en una época especial, recién terminado el franquismo y recién comenzado el gobierno de Felipe González. Pero lo más importante fue mi posición personal ante el tema, a la que llegué gracias a Juan Gelman, que decía que cuando alguien se ve obligado a vivir en una sociedad que no es la suya debe integrarse como extranjero. Eso hice. Si profundizamos en el tema, creo que lo más importante es abandonar el folklore nacional y tratar de entender el lugar al que llegamos. porque mucha gente te invita a fiestas y actividades, pero siempre que respetes sus usos y costumbres y digas a todo que sí. Si dices no, te recuerdan enseguida tu extranjeridad. Por eso corté camino. A lo que me adapto es a las ideas, porque me siento mucho más cercano a una persona de izquierdas griega o turca que a un derechista uruguayo. En ese caso la adaptación viene por ese lado, porque cuando existen ideas en común surge enseguida la ayuda y la solidaridad. Ejemplos hay muchos.

¿Pensaste en volver?

Sí, la intención siempre estuvo ahí, pero las fechas nunca coincidieron. De cualquier forma, viajo con asiduidad. El tema de la vuelta es, para la mayoría de la gente, una cuestión económica. Si a la gente le decís que vuelvan y tendrán trabajos de 1500 euros, vuelve el 90%. Pero claro, aquí el tema trabajo y sueldo es duro. Aunque no es mi caso, porque yo ya soy veterano. Pero, si quiere que la gente vuelva, el Frente tiene que pensar en eso y definirse.