No es ciudad para viejos

La Vanguardia

Una metrópolis inhóspita, triste y frenética, habitada por seres derrotados que deambulan entre la violencia extrema y las frustraciones cotidianas. Federico Nogara (Montevideo, 1948) bromea al hablar de su libro Ciudad (Editorial Sirpus): «Godard decía que había tratado de hacer un remake de Río Bravo y le había salido Alphaville. Pues yo he intentado hacer No es país para viejos… y me salió esto».

En los relatos de Federico Nogara -afincado en Barcelona desde los años ochenta- hay una idea central: «el dinero como problema. No el gran dinero, sino el pequeño, el necesario para sobrevivir en una sociedad deshilachada». La ciudad de Nogara «es del primer mundo, para que nadie crea que el abandono y la crueldad son problemas sólo del tercero. De hecho, hoy se parecen mucho las grandes urbes de los países ricos y de los pobres, ambas tienden a ser un caos».

Un caos colectivo que se encabalga con la desazón personal de personajes que, por ejemplo, al alcanzar la vejez, se formulan cuestiones como: ¿por qué me creí lo del esfuerzo en el trabajo? ¿por qué me creí lo de la fidelidad? «Eso es muy onettiano -sonríe Nogara-. Esa decadencia desde las que se lamentan todas las mentiras que nos contaron… se enmarcan en una tradición española que se remonta a León Felipe, quien escribió aquello de «me han dormido con todos los cuentos».

Formalmente, a esta Ciudad se accede desde una variedad de recursos, que van del género negro al monólogo interior. «Borges decía que la literatura periférica, como la rioplatense, se puede permitir manejos irreverentes -apunta el autor-. De ahí la mezcla de registros, el plagio, la copia, la yuxtaposición de realidades…»

Ciudad es el primer libro de una trilogía. «Este trata de crímenes, el segundo abordará la lejanía, la doble idea de que estamos lejos de nuestra ciudad y también de nosotros. Y el tercero será sobre la gente pequeña que hace cosas mínimas para cambiar la realidad; gente con dignidad, que mantiene valores y se la juega por los demás».

Xavi Ayén (La vanguardia – 2008)