Federico Nogara
Cuando cualquier persona se enfrenta a un libro como este, del que hoy hemos leído algunos poemas y fragmentos de cuentos, enseguida piensa que sus autores son auténticos desconocidos. Sin embargo, Alice Spíndola, por ejemplo, acaba de ser nombrada Académica de las Letras en Brasil, Aricy Curvello, de la misma nacionalidad, figura en antologías de poesía brasileña editadas en Europa y Raysa White, de Cuba, es guionista en la televisión de ese país. Cito sólo tres autores, pero podría seguir. ¿Qué pasa entonces?, nos preguntamos, ¿por qué el público ignora la existencia de estos autores y otros similares, todos ellos de excelente calidad? No voy a extenderme en consideraciones sobre la sociedad en la que vivimos, sobre neoliberalismo o globalización, aunque allí está la respuesta. Me limitaré al aspecto cultural.
Nuestra cultura está totalmente limitada. Si paramos a cualquier persona en cualquier ciudad española para preguntarle por el nombre de tres poetas que estén en activo hoy, muy pocos estarían en condiciones de contestar, a menos que nombren a figuras mediáticas, de esas que un día son periodistas y al otro escritores, cantantes o lo que dé dinero. Y si eso pasa con la gente del país, imaginen cómo será con los extranjeros. Nos han llevado a vivir de espaldas unos con los otros, incluso con los vecinos. ¿Qué puede saber la gente de la cultura francesa o portuguesa si incluso tiene dificultad para situar las ciudades de esos países en el mapa? Se debería invertir esa tendencia en la escuela, en el medio académico, pero resulta que hoy no se estudia para tener cultura, se estudia para conseguir trabajo y, por lo tanto, se pone el énfasis en las asignaturas técnicas y se abandonan las humanidades. Podrían aparecer como solución los medios de comunicación, ese Cuarto Poder que amenaza con convertirse en Primero, sobre todo después del 11 de Setiembre; pero resulta que los medios de comunicación se sostienen por medio de los anuncios comerciales, y a las empresas no les interesa la calidad, les interesa que el diario sea leído por muchas personas, que el canal de televisión sea visto por muchas personas, que la radio sea escuchada por muchas personas, así su producto sale beneficiado. Y la mejor manera de lograrlo, en sociedades donde la cultura es cosa de privilegiados, es apelando al viejo dicho romano de pan y circo. Para abonar lo que digo citaré algunas cifras oficiales: el 50% de la población del planeta es analfabeta y del 50% restante cerca del 20% sabe leer pero no entiende el significado de lo que lee; en España sólo el 25% de la población lee, pero esta cifra se obtiene contando las revistas del corazón, las deportivas y los periódicos de información general, o sea que en cuanto a libros andaríamos en un 15% de lectores. ¡Y en esta perspectiva las editoriales dicen que se publican demasiados libros por año! Es cierto se publican demasiados libros, unos 40000 al año. Pero la población supera los 40 millones, lo que quiere decir que se publica 1 libro cada 1000 habitantes por año. Y si sacamos de esa cifra de 40.000 los libros de autoayuda, las colecciones fantasmas, los libros impresentables, lo esotérico, nos encontraríamos que se edita 1 libro de literatura (de verdadera literatura) por cada 4000 o 5000 habitantes por año. ¿Es eso mucho? Creo que no. El problema no es que se edite mucho, es que se vende poco. Entonces hay que recortar, porque vivimos en una sociedad de recortes. Si la empresa no da los beneficios esperados se echa al empleado; si el abuelo molesta se lo manda al asilo; si el hijo molesta se lo echa de casa; si el inmigrante protesta se lo deporta. ¿Qué tienen en cuenta las editoriales y las distribuidoras ( de las que no hablé pero son parte fundamental del negocio del libro) a la hora de recortar? Las ventas. Esta respuesta me da pie a una conclusión: estamos considerando, porque nos acostumbraron a considerar, al libro como un objeto de consumo y no como lo que debería ser, un bien cultural.
¿Se puede cambiar esta tendencia? Nosotros pensamos que sí, pero para ello cremos que se necesita una mayor conciencia entre los lectores y una mayor unidad entre los autores. Para lograrla nos hemos integrado en el PCSur, una organización internacional dedicada a la cultura. ¿Qué es y qué pretende ser el PCSur? Nada más que ser una organización cultural internacional, que dentro de su modestia y unida a organizaciones afines, discuta, impulse, promueva y dé a conocer iniciativas que de otra manera pasarían desapercibidas. En nuestra corta andadura hemos hecho bastante. Este libro es una pequeña muestra de ello, como lo es la presencia de Aitana Alberti, a quien tenemos el privilegio de contar como miembro del proyecto y hoy la tenemos entre nosotros.